miércoles, 14 de septiembre de 2011

Una breve historia de la Licenciatura en Humanidades






Hace 14 años, cuando llegué al, entonces, Centro de Universidad Abierta, estaban los profesores presentando algunos enfoques sobre la investigación en el PLEBAP (ahí me enteré qué era PLEBAP). El tema tenia como base el texto, “Qué es la Ilustración” de Kant. Querían, en ese momento sostener que la investigación era una invitación a  pensar por sí mismo.

En el 2001, cuando la Licenciatura en Educación Básica, mecía su cuna,  los profesores presentaron ya no la investigación sino el conjunto del Programa de Licenciatura con una reflexión sobre el mismo texto, y la misma consigna: sapere aude, arriésgate,  a pensar por sí mismo. Los directores de los Centros presentaron un informe “percepciones de violencia” una voz de nuestro país desde las victimas.  Un trabajo sistemático y directo con el país de las regiones (el preocupante término de ahora, “estudiante de provincia” no se usaba). Esta vez fue en Usaquen en una bella casa de retiros donde estuvimos por una semana y por última vez reunidos en pleno el CUA, directores, tutores, jefes de unidad.  La consigna entró en sordina con el anuncio de que la Directora de ese entonces se retiraba y que el CUA entraba en cuarentena, lágrimas, lamentos, como el fin de una era concentró la atención y los comentarios de los asistentes en ese momento. 

De esta manera, “pensar por sí mismo” no logró desentrañar las implicaciones que tenía para la formación de maestros ni para la estructuración de una Licenciatura. “pensar por sí mismo” cedió el paso  a cómo sobrevivir a la crisis. Lo que vino a partir de ahí sólo es comparable a la caída de una torre de naipes en una cámara lenta de seis años que es lo que llevamos.  Las intenciones iniciales perecieron en lo urgente.



Soy consciente y acepto que  no hay que postergar las tareas actuales  sólo para hacer memoria de las intenciones iniciales de unos profesores fundadores, acaso ilusos, de pronto anacrónicos si lo comparamos con los logros del presente.  Mirar al pasado puede ser un gesto nostálgico, un pretexto para la evasión y el espacio estéril de los ya ineficaces remordimientos.  Además si es el futuro lo que hay que planear para la educación volver al pasado no tendría caso.



Sin embargo,  sapere aude, no ha  no dejado de estar cargada de provocaciones; no pretendo hacerles ninguna defensa sino dejarme interrogar por ella, aunque sea por una vez. Dejaré, por esta vez que esta inquietud, sapere aude, me ponga, así, en los bordes de mí mismo. Sólo tomaré la posta por un momento, llevaré la antorcha olímpica por un trayecto a ver qué ilumina y qué esconde. Aunque en el camino encuentre a los boicoteadores: el mercado, la instrumentalización y la técnica que la apagan, la empujan, la detienen.



Dejarnos interrogar por ella es necesario porque nos da elementos de juicios para renegar del origen,  para argumentar el por  qué  arrancarla como el lastre actual de la Licenciatura. Pero también, ¿no podría darnos las posibilidades del presente? ¿Sus alcances, sus límites? ¿De pronto las claves de una interpretación que nos es mezquina? ¿o de pronto el fervor aún no renovado? ¿O, mejor aún,  el amor primero?



Uno de los textos que meció la cuna y fue la nana de la Licenciatura es el siguiente:



La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. El mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de
servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la Ilustración.






No fue el único texto, ni el más importante, ni el primero, pero muy expresivo para la búsqueda que nos convoca. Lo que me parece interesante y lo que le daba una marca, a la licenciatura, es que en el nacimiento de una carrera, la educación hacía ya, un ajuste de cuentas  frente al  proyecto de la modernidad, iniciado con el movimiento de la ilustración. Modernidad basada en el concepto de ciencia como dato, en la verdad como verificación, en el conocimiento como método, en el hombre como abstracción; y en la creación del espinoso concepto de sujeto, nuevo dios todo poderoso principio universal de validez de lo que se puede pensar y de lo que  puede existir.  



Desde el origen la Licenciatura se colocaba en una posición nada funcional, nada corriente de un programa de educación, sino que se encaminaba hacia un movimiento hacia fuera del  incomodo el líquido amniótico del que se nutre la educacion que nos hizo a nosotros, la educación del proyecto moderno. Su afán de la Licenciatura, desde su tierna infancia, era la salida de su estado de pupilo. Quizás por ser mujer, quizás, por su renuencia a confundirse con el paisaje, su inquietud es no sólo una marca, también, una herida, quieta, pero abierta.



¿Pensar por sí mismo? Pero si están los modelos pedagógicos esperando, y los sistemas didácticos llaman, y los métodos de investigación listos para la siembra y la siega. Las escuelas, los géneros ya nos convocan. Sólo seria tomar los referentes que nos dan y deducir de ahí las categorías de acción, los juicios de valor, los puntos de interés, los criterios  de validez,  ya está todo pensado ya está todo dicho, y en educación esto sí que es cierto. Pero la invitación era  pensar entre los espacios dejados por los sistemas establecidos, en los intercisios donde espera el deseo y no en el sistema mismo en donde muere el deseo y gana la técnica, trashumar entre los géneros y las escuelas, investigar sin método.  Teorizar sin disciplinas –el decir de Walter Mignolo-



Da la impresión de que lo que originó esta Licenciatura no fue la urgencia de un modelo, la necesidad de un  sistema, del secundar un método, de adscribirse a una escuela, de trasegar por un  género.  Fue el deseo de hacer de la educación una condición de pensar por si mismo, sin modelos, sin método, sin escuela, sin sistemas, fue el deseo del deseo, fue hacer de la Licenciatura una máquina deseante. Sin embargo, hoy se nos pide exhibir un modelo, explicar un sistema, estar en una escuela y escribir en un género. Se nos pide seguridad y no la errancia, se nos pide  ir por el camino y no por lo bordes. No tomar riesgos, mientras Kant  y los profesores de ese entonces, invitaban al  ¡sapere aude!Es verdad, en el origen de la Licenciatura hay una cita de Kant, pero con el fin de superar a Kant. Nuestro filósofo alemán aún se encuentra preso de categorías únicas de pensamiento, le debemos la  construcción de un sujeto único, individual y autónomo, de un sujeto dividido entre lo privado y lo público. No por nada es el padre de la ética ciudadana actual, del aprendizaje autónomo, de los modelos constructivistas que llegan hasta Piaget. Ser fiel al “arriesgate a pensar por ti mismo” nos pedía ser infiel a Kant.
Y es que por detrás de las categorías del pensar y antes de él, anticipado al método y al mismo pensamiento, está el deseo. Hoy ya se sostiene en las diversas escuelas de psicología que el deseo no es carencia o un aspecto negativo de nuestra subjetividad; hoy se sustenta el carácter plenamente afirmativo del deseo. Sin embargo este aspecto afirmativo productivo del deseo no ha entrado a la educación y no hay quien tome el riesgo de crear las condiciones de sus derivar. ¿Por qué no hacemos de la educación el riesgo de desear por sí mismo para salir de la minoría de edad?. Ten el valor de poner en movimiento tu propio deseo. Entonces la Licenciatura ofrecería no las soluciones que ya están contenidas en las escuelas, en los géneros y en los sistemas, sino a la producción de las soluciones no dichas. 



Se trataría de señalar que el punto de partida de la educación no son los modelos pedagógicos, ni los sistemas didácticos, ni los métodos de investigación, ni la adscripción a un género; sino de que, que antes de todos ellos, está, lo no pensado, y antes de todo lo no sentido….. está el deseo como condición del pensar.



Se trataría también no tanto de elaborar una teoría de lo que hacemos, sino de plantear una reflexión de lo que nos hace. Esto marcaba una diferencia de nuestra licenciatura con otros programas del mismo nombre porque colocaba a la educación básica en otro lugar, en otro orden, en un borde, en la pregunta de lo que nos constituye.



No se trata, entonces, de partir de unos referentes pedagógicos, metodológicos e investigativos para plantear una educación; era al revés de plantear la pregunta por  la educación para derivar la pedagogía, la metodología y la investigación; no era el sistema quien construía nuestro hacer, nuestro hacer construría el sistema.

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